Ya hace mucho tiempo que no escribo en este blog. De hecho, ni siquiera sé si alguien ha leído lo escrito hasta aquí, pero hoy me siento inspirada.
Quiero comentar que la Terapia Regresiva me ha dado un enfoque diferente de lo que es mi vida, como si hubiera existido un antes y un después. Antes de mis estudios en este área mi vida era monótona. Me levantaba cada mañana para ir a trabajar al banco, trabajaba las horas estipuladas y algunas más, volvía a casa cansada, comía a las cinco de la tarde, me echaba un ratito a dormir la siesta (el ratito se convertía en hora y media), me levantaba de la siesta y ya era tarde para todo… veía un ratito las noticias mientras cenaba y alguna serie policíaca después, y a dormir hasta las seis de la mañana del día siguiente. Los fines de semana iba al cine con mis amigas, alguna comida o cena fuera, alguna visita de familiares o amigos que vivían lejos (ventajas de vivir en una ciudad como Málaga), y vuelta a empezar.
Las semanas se hacían meses y los meses se convertían en años.
Pero después de descubrir lo fascinante que es volver a este mundo para vivir una nueva experiencia, aprendí a disfrutar todos los ratitos posibles. En soledad o en compañía, eso es lo de menos, pero cada hora y cada minuto es una experiencia única e irrepetible. Nunca somos la misma persona que éramos ayer, pues somos seres en continua evolución. Y eso significa que cada día tenemos el privilegio de ser un yo diferente.
Después de ver y sentir unas 30 vidas anteriores mías llegué a una serie de conclusiones que quizás puedan servir de ayuda al hipotético lector de este blog:
- El momento de la muerte es un ratito muy dulce (puede que los momentos previos no lo sean, pero el momento exacto de pasar al otro lado es excepcionalmente intenso y dulce).
- Cuando llega el momento de partir (y todos sabemos con exactitud que ha llegado ese momento), nos damos cuenta de que no hemos hecho prácticamente nada de lo que esperábamos poder hacer. Y el principal motivo es que nos hemos dejado llevar por lo que los demás esperaban de nosotros, y no le dimos importancia a lo que nosotros esperábamos de nosotros mismos.
- No estamos solos. Nunca estuvimos solos. Esa frase que dice «nacemos solos y nos morimos solos» no es cierta. Al nacer, como mínimo, está nuestra madre con nosotros, además de toda la Corte Celestial que solo unos pocos pueden «ver» o sentir, y de ahí el nombre de Alumbramiento. Pero al morir, esa misma Corte está también allí para darnos de nuevo la bienvenida y preguntarnos qué tal nos fue la experiencia, aunque a veces nos cueste trabajo de ver.
- Al dejar el cuerpo atrás nos sentimos especialmente libres, casi como la sensación de quitarte una muda de ropa con la que convives desde hace meses y tomar por fin un baño o ducha caliente, pero multiplicado por cien. Super relajante y liberador. Los problemas desaparecen al igual que los dolores físicos. Desaparecen también los miedos y angustias, y tenemos por fin la certeza de que todo es perfecto, todo está bien.
- Hay ocasiones en las que decidimos «despedirnos» de nuestros seres queridos y pasamos a «hacerles una visita», y otras veces sentimos que ya está todo dicho y emprendemos directamente el camino hacia el lugar que nos corresponde. Y aquí ocurre un fenómeno curioso: igual que cuando vemos un bebé recién nacido nos sorprende ver con qué facilidad se acostumbra a respirar, cosa que no había hecho nunca antes; cuando dejamos nuestro cuerpo me sorprende la capacidad que tenemos para «volar» o trasladarnos de un lugar a otro a la velocidad del pensamiento. Y es que esa capacidad pertenece a nuestra verdadera esencia, nos pertenece siempre que no tenemos un cuerpo físico (a excepción de las aves), y somos capaces de «volar» hacia el lugar que nos corresponde como si conociéramos desde siempre el «camino a casa».
- Nuestros seres queridos nos esperan al otro lado. No siempre tenemos la capacidad de «verlos», pero están. No es casualidad que nuestros mayores, según se acerca el momento de partir, comiencen a «verlos» o sentirlos. Eso es algo que sería fácilmente comprobable, medible y cuantificable, pero no interesa. La doctora en psiquiatría Elisabeth Kübler-Ross (1926-2004) se especializó en Experiencias Cercanas a la Muerte y lo dejó escrito en sus muchos libros. Sí, es cierto: según se acerca el momento de abandonar este plano, comenzamos a tener visiones y a sentir mensajes de nuestros seres queridos que están al otro lado, donde nos esperan.
- ¿Recordáis esa sensación cuando te subes a una montaña rusa, y antes de llegar a la primera cumbre ya te has arrepentido, pero cuando termina todo el recorrido y respiras alividad@ piensas «¡otra vez, otra vez!»? Pues esa misma sensación es la que nos embarga cuando descubrimos que ya se nos acabó el tiempo pero aún nos quedan muchas experiencias por vivir. Sentimos deseos de empezar de nuevo. Y volvemos. Siempre tenemos la opción de volver y empezar de cero.
Por todos estos motivos y muchos más, vivir es una experiencia fascinante. Y volver sin recordar ninguna de las vidas anteriores es lo mejor para no caer de nuevo en los mismos errores. Nuestra Alma sabe perfectamente dónde no debe volver a caer, y nos habla a través de la intuición. Por eso es tan importante hacerle caso a nuestra intuición. Aunque, ciertamente, tampoco pasa nada si queremos volver a repetir experiencias anteriores, pues sería señal de que nos quedó algo por aprender.
Y ya por hoy lo dejo aquí. Nada ocurre por casualidad y puede ser que este texto le sirva a alguien. Si es así, recíbelo con el mismo Amor con que yo lo he escrito.
Gracias y saludos,
Natividad Castejón
