Bueno, bueno… Estoy que me salgo. Esto va para libro. Vosotros no lo veis, pero yo me estoy frotando las manos de alegría, porque me siento inspirada.
Estaba yo pensando que este último escrito (Jornada 8), y esas dos vidas anteriores que aparecieron en esa sesión con mi compañera Conchi, dan para mucho. Cada sesión es única, y detrás de ellas hay un trabajo que el paciente debe hacer, porque si no se hace, no sirve de nada ir a terapia. ¿Cierto?
Me refiero a que se pueden sacar muchas conclusiones, entre ellas, por ejemplo, la importancia de crear vínculos con otras Almas.
A ver si me explico:
Cada vez que hacemos una promesa (ya sea de amor eterno o de cualquier otra índole); emitimos un juicio, soltamos una maldición; hacemos un juramento; tomamos unos votos; o hacemos un pacto con otra Alma; estamos creando un vínculo o lazo que nos ata ETERNAMENTE a otro ser.
Yo tengo una meditación específica para cortar lazos, porque entiendo que es de una importancia extrema. Y estoy segura de que, aunque me pasara aquí una hora escribiendo, no sería capaz de haceros entender hasta qué punto todos esos lazos, cadenas, cuerdas, grilletes, sogas o ataduras emocionales, pueden llegar a lastrarnos en la vida.
Ya no es solo que llevemos en nuestro ADN las experiencias de nuestros antepasados, que también; es que acarreamos todo un catálogo de amarres que se crearon en otras vidas, inconscientemente y sin conocer el alcance real o las consecuencias de hacer esas promesas.
Os pongo un ejemplo, que siempre se entiende mejor.
Recientemente me pasó con una paciente, que traía un ser (parecía «oscuro») pegado a ella. Al meterla bajo hipnosis, y poder contactar con este ser, resultó que en una vida anterior fue amigo íntimo de otra Alma que en aquella vida hacía las veces del padre de mi paciente. Este hombre cayó muy enfermo, y le hizo prometer a su amigo que se encargaría personalmente de cuidar de su única hija, que tenía unos 5 ó 6 años, y de velar por sus intereses (encontrarle un buen marido, pactar una buena dote, etc.). Y este ser se tomó tan en serio esa promesa hecha a pie de cama, que 14 ó15 vidas después seguía velando por esta muchacha.
Claro, para «desfacer el entuerto» tuve que convocar al Alma de quien en aquella vida fuera el padre de la niña (que casualmente también era su padre en la vida actual), para que pudieran hablar entre ellos y decidir si ya consideraban cumplida la misión. El padre apareció sin problema, encantado de poder volver a ver a su pequeña, y se quedó de piedra al ver que su viejo amigo continuaba aferrado a una promesa sin fecha de caducidad. Este encuentro, de entrada, hizo que el supuesto ser oscuro se llenara de Luz y de alegría, y apareció así como el fiel y buen amigo que fue en su día. Ambos se abrazaron con cariño. El padre le pidió perdón a su amigo y zanjó la promesa para que éste pudiera volver a ser libre, agradeciéndole el trabajo hecho en aquella vida y las posteriores. Fue un momento precioso.
Pero esta experiencia pone en relieve la importancia de hacer una promesa. Nada queda en el aire. Y nadie sabe con certeza hasta dónde llega el eco (en el tiempo y el espacio) de una palabra dada con honor.
A efectos prácticos, cuando en una vida hemos prometido ante un altar que seremos fieles y cuidaremos de otra Alma «hasta que la muerte nos separe», eso es un lazo inquebrantable. Y el Alma no entiende de «muerte». La muerte no existe para el Alma. Por lo tanto, es un lazo que se perpetúa en el espacio y en el tiempo.
Tres vidas más tarde, aunque nos hayamos casado con otra Alma, la anterior aparece. Y aparece con toda seguridad porque ya tenemos un pacto previo sellado con un vínculo. Y en el momento en que aparece, nuestra Alma nos recuerda que tenemos una deuda o una obligación con esa otra. Sentimos como que nos flaquean las piernas, y mariposas en el estómago. Y nuestro matrimonio actual salta por los aires. ¿Os suena? Es muy común.
Esos síntomas NO SON porque de repente nos hemos enamorado y ahora entendemos lo que es el Amor de verdad, no. No se trata de ningún flechazo, aunque lo parezca. Esos síntomas son el claro ejemplo de una llamada de atención (o tirón de orejas) de nuestra Alma por una obligación que se quedó sin terminar. Y la otra Alma siente exactamente los mismos síntomas. Entonces, es muy fácil caer y pensar: «Me he enamorado hasta los huesos».
Tendríamos que aprender a distinguir lo que es un sentimiento real de lo que es un reflejo, como me ocurrió a mí en esta vida que conté en la Jornada 8. Pero es muy difícil.
Bueno, pues esto sería en el mejor de los casos, porque fue una promesa de Amor. Ahora imaginaros el resultado de haber hecho en una vida anterior una promesa de venganza, o haber echado una maldición. O ni siquiera haberlas iniciado nosotros, sino haberlas recibido de otros.
Todas esas ataduras nos vinculan a otros seres (o instituciones) por los siglos de los siglos, y así es muy difícil avanzar y evolucionar.
Si en una vida hemos sido monjes o monjas, y hemos jurado los votos de obediencia, pobreza y castidad; éstos siguen siendo válidos, hasta que voluntariamente los anulemos.
¿Y cómo se sabe si arrastramos deudas kármicas?
Pues porque sentimos un cansancio físico extremo (totalmente lógico), sobre todo desde que llegó aquella persona nueva al trabajo; o desde que me mudé a una casa o zona concreta; o desde que tal persona me presentó a tal otra. Así es como se sienten todas estas ataduras.
Otra forma de sentir una atadura es como la imposibilidad de tomar decisiones. O sea: «Sé que tengo que salir de aquí. Soy consciente de que esto no es vida. Me estoy ahogando o hundiendo cada día más. Pero soy incapaz de tomar una decisión, y menos aún de dar un paso«. ¿Os suena esa situación? También es muy común.
Y ahora, para acabar de arreglaros el día, os comentaré que, además de todo lo que hayamos podido hacer nosotros en esta o anteriores vidas, también está lo que otras personas nos hayan podido hacer SIN NUESTRO CONSENTIMIENTO. O sea, amarres de amor, maldiciones por envidia, etc.
Y ya, la pregunta final:
¿Cómo puedo solucionar todo esto?
Pues de 3 maneras.
- En casa, tranquilamente, haciendo meditación e imaginando que vamos cortando lazos, quitándonos ataduras o grilletes (comprobando cada zona de nuestro cuerpo una a una), y dando las gracias con Amor por las lecciones aprendidas.
- Acudiendo a un buen terapeuta para que nos ayude a eliminarlas.
- Vibrando alto. Cuando nuestra vibración es alta, ahuyentamos los seres parásitos, y eliminamos ataduras de cualquier tipo. Haz aquello que te llena de alegría el corazón, y mantén esa felicidad todo lo que puedas.
Tu Luz hará el resto.
Listo. Hasta aquí. Perdón por la extensión. Sé que me enrollo como una persiana, pero quería que este tema quedara claro como el agua.
Como siempre, gracias por estar ahí, y saludos cariñosos,
Natividad Castejón